Morir para empezar a vivir

Morir para empezar a vivir

por Karen Gallegos-Pérez publicado en Revista Sadhana N°11

“Qué difícil es dejarse morir cuando nos han enseñado, o bien, hemos aprendido a identificarnos tanto con los roles que desempeñamos, la familia de la que provenimos o las relaciones que establecemos.  También es difícil dejar morir algunas etapas de la vida, condiciones físicas y estados emocionales agradables.  Solemos aferrarnos a ciertos estados agradables o placenteros y rechazar aquellos desagradables o complejos, por supuesto, pareciera estamos diseñados para ello y tampoco se nos educa para advertir que es en los momentos difíciles de los cuales uno saca los mayores aprendizajes.

Desde que la vida me regaló esta condición de dolor crónico, habiéndome antes dado mi cuerpo advertencias que no quise atender, tuve dos opciones: seguir distraída por la vida, amargándome cada vez más y buscando culpables por lo que me había pasado, cuestión que a veces me he visto tentada a hacer, o bien, hacerme responsable, trabajando en sanar mis dolores más profundos, haciendo cambios en mi día a día, aprendiendo a gestionar de manera amable mi dolor, dándole la bienvenida también a los momentos complejos o dolorosos.

Desde que empecé a darle espacio a mi dimensión espiritual por sobre las otras que me habían tenido tan ocupada todos estos años, y gracias a la enseñanza generosa y desinteresada de mujeres y hombres de gran conocimiento y sabiduría, he ido perdiendo el miedo progresiva y paulatinamente a morir.  Ahora mismo estoy preparándome para dejar ir aquello con lo cual me había venido identificando por mucho tiempo y que si bien me llenó de orgullo y le dio un sentido a mi vida, también me distrajo e hizo que olvidara algo con lo que de niña ya intuía y que tanta compañía me hizo, algo más profundo que habitaba dentro de mí, que ahora puedo reconocer, mi esencia o alma.

Es extraño, pero mientras más pasos voy dando, por cortos que estos sean, siento que más me voy despojando de mis ropajes, de todas las prendas que me fueron y me fui colgando y puedo lograr saborear, aunque sean atisbos, a través de la práctica meditativa, de la grata sensación de regresar a casa.   Quizás sea por esta misma razón que creo no debiéramos temer a ninguna muerte; más bien debiéramos enfocarnos en liberarnos de las ataduras de nuestra mente, trabajando día a día para estar más despiertas y despiertos, empezando a vivir desde nuestro ser esencial, aprendiendo y nutriéndonos de lo que la vida tiene para entregarnos sin temer morir una y cientos de veces ya que es la única manera de empezar a vivir”.